lunes, 22 de marzo de 2010

LA ETERNA CRISIS ANTROPOLÓGICA

Si alguien busca en google “antrologia” no va a encontrar mi blog, ¿Por qué? Porque esta no es el blog oficial de la facultad, de mi querida (y a veces renegada) facultad. Es más, si están pensando que estoy escribiendo choborradas, o sea tonterías que no les va a servir en sus dizque esforzados estudios, se equivocan nunca fue mi objetivo ayudarles en nada. Tampoco estoy empecinado a publicar noticias, ni ganar clientes. Menos les voy a recomendar donde buscar trabajo después de terminar la carrera.
Estaba buscando un trabajo antropológico rondando por aquí y allá, cuando me di con que: no había. Me puse a reflexionar. Toda la parafernalia de la crisis antropológica podría resumirse en la práctica (gira en torno a un eje ideológico) como: una ciencia poseedora de un campo laboral que es, para desgracia de quienes amamos esta ciencia, muy corta, muy ingrata y encima caprichosa. Aquí presento un argumento más, desde un punto de vista discursivo.
Ya se ha repetido hasta el cansancio que la antropología es una ciencia fuera de lo común, algunos ni siquiera la consideran ciencia, en especial dentro de la antropología cultural. No somos como los otros, somos los más reformistas, los más complicados, y acaso quizás, los más románticos entre las ciencias sociales: la misión del antropólogo es explicar, es hacer trick description para que la humanidad, (o al menos quienes tienen interés en ella) se entienda entre sus integrantes. Tomamos como objeto de estudios la cultura y la sociedad, el hombre y su existencia: vemos la economía y las ciencias puras como parte o una forma de ser, de estar en el mundo, una forma más entre otras que podría y existen. De estas conclusiones tan sublimes pero volátiles ¿a qué empresa se le ha ocurrido contratar un antropólogo, salvo para que les oriente en un campo que quieren explotar, como las mineras por ejemplo?
Según Arturo Escobar nuestra crisis comienza y acaba con la creación de la antropología. Sus lineamientos éticos chocan con la sociedad etnocéntrica (cualidad social extendida universalmente) que crea trabajo etnocéntrico, con moral cuasi totalitarista; hablo pues del Desarrollo.
No quiero ser radical; si bien Escobar considera al desarrollo y todas sus formas como un discurso al cual tenemos que examinar y luego cambiar de estrategia para hallar el bienestar, también debemos ser realistas. ¿De qué y cómo podemos vivir si salimos del discurso? Esta sencilla pregunta es el gran pero a la lucha antidiscursiva. Los antropólogos del desarrollo tienen que luchar dentro del discurso con sus reglas y normas ya establecidas, una misión suicida, o peor un suicidio en masa después del cual los participantes no saben qué vendrá.
Para mal de todos aquellos que no quieren meterse en estos líos (si, tú que ni sabes que significa estructuralismo, tú que no creo que estés leyendo estas líneas), son víctimas inocentes de esta gran desgracia que nos acaece debido a las contradicciones de la gran mayoría de teóricos y maestros de esta ciencia, románticos irrealistas, poco pragmáticos.
Lo único que nos une a la antropología es un amor visceral, un amor enfermizo, retorcido que tenemos por el conocimiento y ansias de conocer y entender al mundo tan odiado y amado a la vez. Nuestro ganapán ya no es antropológico: la mayoría de mis compañeros egresados se involucran de lleno en la burocracia, la más deshumanizante de las tareas pro-liberatorias. Y la otra minoría no sé qué hace.

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