Me atribuyo con mucho orgullo, el desmérito de haber puesto en el tan saturado vocabulario terminológico, el neologismo Antrología, un título burlesco que puse en un álbum de mi hi5, aduciendo a mi carrera y sus integrantes, perdón, sus estudiantes.
Al comienzo me dijeron “te comiste la “lo” ”, y tenia que explicarles que Antrología no tiene nada de comido, y es una especialidad de la Antropología (según yo) que estudia los antros, las chupas, las chelas y su explicación y relación con la cultura. Me replicaron, hoscamente, que no somos una sarta de borrachos, (hic) que tomaremos un poquito (hic) pero no es para que este hablando sandeces de una carrera tan interesante (hic) y además tan… tan… tan… salud payaso (hic).
Pues bien, sia l comienzo me burlaba de los borrachos de una facultad especifica, de una universidad especifica y de una zona también especifica, no quiero que confundan el designo, porque no es mi intensión ni me prepongo hablar mal de mi carrera, ni de todo los que no pasaron por el bautizo cachimbal (ese, donde como fiel y buen antropólogo defensor de las tradiciones, cumple con el rito de paso y se emborracha en su fiesta de cachimbo). Yo quiero aquí, hacer antropología de la vida cotidiana (Lluis Duch opra), ver desde la óptica antropológica las borracheras, juergas con amanecida y demás cochinadas que hacemos, bueno, que hacíamos los estudiantes durante aquellos años.
Y tomemos el toro por las astas: Antrología proviene de las palabras griegas Antro (covacha, nido) y Logía (estudio), estudio de los antros y covachas donde se pierde el cerebro triunfador, ese que casi se descalabra para ingresar a la universidad, no escribo bromas. Por lo demás el Antrólogo, tiene que hacer observación participante, es decir meterse de lleno a las juergas y entablar conversaciones de donde pueda obtener información sobre el porqué de las chupas. Una labor muy difícil y delicada, eso hace que esta carrera se ennoblezca. Reitero mi seriedad.
Por su parte, el antrófilo es el actor, el individuo en estudio, aquel que sin saber o sabiendo es parte de un minucioso desciframiento antropológico. El antrólogo, para lograr su investigación tiene que ser además atrófilo temporal, y es recomendable que no se vicie: el trago mata las penas, pero también al cuerpo, lo dicen mis prematuros achaques.
Para ser antrólogo uno tiene que ser curioso, saber ordenar sus ideas y sobre todo saber escribir y recordar mientras esta borracho. No hay más que hacer. El resto es pura creatividad, como en cualquier carrera.
Para al antropología que se imparte en las aulas, la antrología es una bastarda, no merecedora de de entrar al campus como rama. Los antropólogos de saco y cartón, no ven a la antrofilia (el amor a los antros) como un sistema cultural, capaz de ser estudiado científicamente, sino ams bien, ven las partes de éste diseminados en diferentes ritos y pasajes en el cual el licor esté presente; un gran ejemplo es verlo en los estudios etnográficos como componentes de las mesadas andinas, no como un fin en si mismo.
Así pues, di esta pequeña introducción a la antrología y la antrofilia, recalcado que también estudio otras cosas, pues me es un deber hacerlo.
Al comienzo me dijeron “te comiste la “lo” ”, y tenia que explicarles que Antrología no tiene nada de comido, y es una especialidad de la Antropología (según yo) que estudia los antros, las chupas, las chelas y su explicación y relación con la cultura. Me replicaron, hoscamente, que no somos una sarta de borrachos, (hic) que tomaremos un poquito (hic) pero no es para que este hablando sandeces de una carrera tan interesante (hic) y además tan… tan… tan… salud payaso (hic).
Pues bien, sia l comienzo me burlaba de los borrachos de una facultad especifica, de una universidad especifica y de una zona también especifica, no quiero que confundan el designo, porque no es mi intensión ni me prepongo hablar mal de mi carrera, ni de todo los que no pasaron por el bautizo cachimbal (ese, donde como fiel y buen antropólogo defensor de las tradiciones, cumple con el rito de paso y se emborracha en su fiesta de cachimbo). Yo quiero aquí, hacer antropología de la vida cotidiana (Lluis Duch opra), ver desde la óptica antropológica las borracheras, juergas con amanecida y demás cochinadas que hacemos, bueno, que hacíamos los estudiantes durante aquellos años.
Y tomemos el toro por las astas: Antrología proviene de las palabras griegas Antro (covacha, nido) y Logía (estudio), estudio de los antros y covachas donde se pierde el cerebro triunfador, ese que casi se descalabra para ingresar a la universidad, no escribo bromas. Por lo demás el Antrólogo, tiene que hacer observación participante, es decir meterse de lleno a las juergas y entablar conversaciones de donde pueda obtener información sobre el porqué de las chupas. Una labor muy difícil y delicada, eso hace que esta carrera se ennoblezca. Reitero mi seriedad.
Por su parte, el antrófilo es el actor, el individuo en estudio, aquel que sin saber o sabiendo es parte de un minucioso desciframiento antropológico. El antrólogo, para lograr su investigación tiene que ser además atrófilo temporal, y es recomendable que no se vicie: el trago mata las penas, pero también al cuerpo, lo dicen mis prematuros achaques.
Para ser antrólogo uno tiene que ser curioso, saber ordenar sus ideas y sobre todo saber escribir y recordar mientras esta borracho. No hay más que hacer. El resto es pura creatividad, como en cualquier carrera.
Para al antropología que se imparte en las aulas, la antrología es una bastarda, no merecedora de de entrar al campus como rama. Los antropólogos de saco y cartón, no ven a la antrofilia (el amor a los antros) como un sistema cultural, capaz de ser estudiado científicamente, sino ams bien, ven las partes de éste diseminados en diferentes ritos y pasajes en el cual el licor esté presente; un gran ejemplo es verlo en los estudios etnográficos como componentes de las mesadas andinas, no como un fin en si mismo.
Así pues, di esta pequeña introducción a la antrología y la antrofilia, recalcado que también estudio otras cosas, pues me es un deber hacerlo.
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